Originalmente utilizada en la física, la palabra Resiliencia es “la característica que define la resistencia de los materiales a los impactos”.
Aplicado al ser humano, el término resiliencia la definimos como la capacidad de una persona para resistir la adversidad y superar de una manera aceptable los embates trágicos en su vida, re-adaptándose a su entorno de manera exitosa.
Este concepto, implica tres propiedades de la persona resiliente:
• Resistencia a la destrucción: que protege su integridad.
• Capacidad de construcción: crea una vida digna a pesar de lo adverso.
• Superación positiva: sobrevive sin dañar a otros.
Ante una tragedia, catástrofe o gran crisis, ¿qué hace que algunas personas sobrevivan y otras no?...
… Quizá no todo es suerte, sino tener una personalidad ‘resiliente’.
Dos investigadores norteamericanos, Steven y Sybil Wolin, desarrollaron un modelo que identifica siete personalidades o “tipos” resilientes que caracterizan a quienes perseveran en la adversidad:
• Auto-reflexivo: identifica los problemas y sus orígenes, buscando soluciones.
• Independiente: establece límites y rompe relaciones personales de mala calidad.
• Sociable: elige compañeros con buena salud mental, que lo ayuden.
• Iniciador: retoma el poder para construir algo a partir de nada o de lo destruido. Pone acción a las ideas.
• Creativo: piensa distinto de los demás, se refugia en un mundo imaginario y desarrolla soluciones ingeniosas.
• Con sentido del Humor: descubre lo cómico en medio de la tragedia para reducir la tensión interior. Es capaz de reírse de sí mismo.
• Moral: mantiene valores universales, desarrolla la ayuda mutua y la compasión.
Todos poseemos rasgos de estas personalidades resilientes, pero si las vemos como habilidades que podemos desarrollar, la pregunta sería ¿cómo lograrlo?, ¿cómo ayudarnos a nosotros mismos o a nuestros hijos a “sacar” esa personalidad resiliente ante un evento abrumador?
Hay cinco comportamientos básicos resilientes que podemos practicar a diario hasta hacerlos parte de nuestra naturaleza:
• Comunicación: expresar con palabras lo que se siente tiene un efecto curativo (“catarsis”) y te mantiene en contacto con los demás.
• Responsabilizarse de la propia vida: la sensación de que tú controlas las circunstancias te permite vivirlas mejor. Tomar la iniciativa propina un revés a la impotencia: modifica lo que se puede, pone cierto orden en el caos y aleja el sentimiento de ser víctima.
• Liberarse de la Culpa: rechazar la culpabilidad impuesta por los agresores o sus defensores; o aceptar los propios errores, repararlos y así perdonarse a sí mismo.
• Convicciones: tener un sentido de vida, un objetivo o creencias por las cuales luchar, son el estímulo al transitar por la adversidad.
• Compasión: permite involucrarse con el otro; considerarlo como un igual y proyectarse en él de modo que su proceso de cura es también el tuyo.
Las personas y circunstancias de nuestro entorno nos influyen, pero Jamás nos determinan. Por eso ser resiliente es una decisión personal.
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